"…Se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó. Luego echó agua en una tina y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos. Una vez llegado a Pedro, éste le dijo: "¿lavarme tú a mi los pies?" Y Jesús le respondió: "lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, lo comprenderás más tarde." Pedro insistió: "jamás me lavarás los pies", y Jesús le dijo: "si no te lavo los pies, no tendrás lugar conmigo", entonces Pedro dijo a Jesús: "Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza", a lo que Jesús responde: "el que se ha bañado, no necesita lavarse porque todo está limpio…"
El sábado anterior al sábado de gloria de aquel entonces, en un pequeño puesto del mercado de Luis Cabrera, un señor pintaba paisajes sobre platos de cerámica con pintura acrílica; mi tía compró 2 y al llegar a la casa, Manina quitó el pequeño plástico que los cubría, sin saber que era para evitar que se ensuciaran y que algo maltratara los trazos en la pintura fresca. Hoy ese plato estropeado por sus manos, es una de las cosas que mi hermana lloró mucho en esos días en los que la recordábamos porque decía que se había espantado y no supo qué hacer y esa es una de las cosas que yo le achaqué en tono grosero de que primero se fijara y tuviera cuidado al tocar… Si alguien hubiera sabido algo de lo que sucedería, hubiera aceptado con mucho gusto que rompiera el plato estrellándolo en mi cabeza por haberle reprochado en ese modo…
Era la hora del desayuno y recuerdo tener que tomar 2 vasos de quik de chocolate antes de ir a la escuela y mientras esperaba la hora para salir todo se empezó a mover… la casa crujía y el foco de la cocina se sacudía de tal forma que parecía que se rompería con el golpeteo que hacía con el techo. Algunas cazuelas que estaban en el escurridor de trastes, cayeron al fregadero y Manina corrió hacia mi con una expresión de tranquilidad y se sentó junto a mi para abrazarme mientras yo me pegaba a ella cerrando los ojos y agachando la cabeza esperando a que ella resolviera todo aquello que estaba ocurriendo. En las noticias decían que había sido el desastre natural más grande de las últimas décadas, que aún no se podía confirmar el número de personas desaparecidas, que había sido un sismo de no sé cuántos grados en la escala de Richter; pasaban imágenes de edificios completos desplomándose y todas esas cosas que uno no sabe ni de qué están hablando. La verdad no sé qué era todo eso que decían del terremoto de 1985, lo único que sé, es que el techo de mi casa no cayó sobre nosotros porque ella me abrazó y pronunció unas palabras al cielo para que nada nos pasara…
La gente suele decir que cuando se sueña a los seres queridos, es porque se les recuerda, se les extraña o en su no tan creíble obviedad, regresan del más allá para hacerse presente entre los suyos y aminorarles la pena.
…lo único que quería era ver en el museo los esqueletos de algún dinosaurio y después de haber contestado el teléfono, nada fue igual…
Salir corriendo a buscarla, verla tirada en el pavimento con una pequeña barrera invisible que no permitía acercarnos, junto con el silencio y la cotidianeidad de cualquier sábado en la vida de todos los demás que pasaban y la veían…
Vacío es el espacio que nadie llena, no el que alguien deja…
Las deliciosas habas verdes, los cuentos del libro de primaria de mi tía, las noches que pasó despierta junto a mi cuidándome cuando me enfermaba del estómago, verla sacar punta a su lápiz, verla escribirse cartas con la tía María y la tía Prima, escucharla rezar y cantar. Me quitó las anginas presionándome el brazo y me inyectó 6 veces seguidas para quitarme una infección. Recuerdo que en la cocina nos poníamos a pelar nopales y comer tunas de nuestra cosecha y a lavar la estufa con un brochita que tenía ácido. Cuando íbamos a recoger a mi hermana me llevaba una bolsota con muchos juguetes y me ponía a jugar con Guadalupe mientras llegaba el camioncito del Pablo María Guzmán. Al llegar a la casa comíamos mientras veíamos la Familia Robinson y Bell & Sebastián y después de hacer la tarea veíamos Remi y Mazinger-Z.
Le rompí las plantas de la entrada con mi pelota, le ensucié la ropa tendida cuando jugaba en el patio con mi carrito del teléfono y pese a muchas travesuras que le hacia a mi hermana y con ella, seguía queriéndonos y llevándonos al parque a los juegos, nos hacía comida para irnos de día de campo, nos decía adivinanzas y nos hablaba con la F y lo que me gustaba mucho es que nos invitaba y nos dejaba acompañarla los martes por la tarde a sus clases.
Tengo presente la petición de que fuera ordenado para que cuando creciera no estuviera esperanzado a que me hicieran las cosas, que aprendiera a prepararme de comer y que fuera limpio en mi cama.
…me gustaba llevarle las estrellas que me daban en el kinder para que viera terminado un barco que comencé a hacer en la pared. Me toleraba de tal forma que me hizo favor de hacer unos zapatos permanentes y reparar el cuerpo del ñoño, mi muñeco de dormir; me ayudó a vestir de Gasparín en el festival del día de la primavera porque insistí en ir disfrazado. Me platicaba las historias de cuando llegaron con mi abuelito al D. F.
Era bonito estar con ella, me gustaba que sacara su Biblia y me platicara desde el punto de vista histórico y muy objetivo los relatos ahí contenidos. Sabía mucho de plantas y de comida y le gustaba escuchar la canción de "suave y tierno" que ponía los sábados en la consola de acetatos donde también escuchábamos los discos de Cri-Cri, el soundtrack de Naranja Mecánica, el relato del Cristo roto y las tablas de multiplicar.
Ella era una persona profundamente católica que todas las noches persinaba la casa, pidiendo a las Ánimas Benditas del Purgatorio para que nos cuidaran de todo peligro. Recuerdo que para las festividades de la Virgen , los vecinos hacían reuniones en sus casas para hacer oración y dar de cenar a los asistentes y mi abuelita era quien rezaba los rosarios y me gustaba acompañarla para escucharla hacerlo y después comernos juntos los tamales y el atole.
Comprábamos refrescos directo del camión y nos los llevaban a la casa como si fuéramos una tienda…
Tenía doce años, estaba terminando la primaria y han pasado los mismos desde que uno de esos a los que todos llamamos "cafres del volante", acabó con toda la imagen que representó para mí Manina.
Pino lloró al decirle adiós al amor de su vida, lo escuchaba mientras apretaba el rostro contra el pecho de Edgar, tratando de apretar el llanto y tranquilizar a mi hermana, tratándome de hacer el fuerte y el duro como lo hice en aquella mañana disimulando que nada pasaba mientras escuchaba una canción de Luis Miguel en 97.7.
Muchos accidentes se dieron ese año, después de todo lo que se dijo e hizo, se optó por hacer una misa en la calle, con el argumento de que el diablo estaba propiciando todo esto, como consecuencia a las súplicas y oraciones de la gente, se consiguió que las autoridades pusieran un semáforo en cada esquina, que actualmente y de vez en cuando lo adorna un agente de tránsito que aprovecha para multar a los taxistas y microbuseros que hacen paradas en lugares prohibidos.
Escuché tanto aquellos días de la muerte, que no sé si quiero saber más de ella. En ese momento de la vida qué cosa se puede querer intentar entender sobre eso. Era como un terrible acto de magia: Ahora lo ves, ahora no lo ves; ahora la ves, mañana no lo sé; hoy la quieres y mañana qué…
El día que ella se fue, por alguna extraña razón no se podía cerrar la puerta de la casa y repentinamente una plaga de polilla se comenzó a filtrar desde la tarde y hasta muy noche por la sala. Hubo un comentario de mi mamá en el que de favor pedía que le dejara cerrar la puerta porque teníamos que salir y fue cuando lo permitió.
Después de recorrer media ciudad, salvarnos de casi ser atropellados por un Camaro rojo y hacerlo de nuevo al bajar de un camión, llegamos a la casa de su amiga. Nos invitó un té y platicamos de lo que habían compartido unos días antes; Manina tenía el pendiente de llevarle unas rosas color salmón, pero ya no lo pudo hacer y ahí estábamos tres tratando de hacer realidad su deseo. La triste y feliz viejecita no hizo más que prometer guardar una de esas flores dentro de un libro como recuerdo de su amistad con la persona que ya no estaba. Otra señora a la que con mucho cariño llamábamos tía Lola y que ahora comparte de un descanso eterno junto con la anterior, nos platicaba que Manina se había despedido en una tarde en el balcón de aquella casa Mundet, mientras platicaba con su radio en forma de gato y tejía una carpeta.
Un viernes llegué con Mariana platicándole todo esto con lágrimas en los ojos y al siguiente viernes le conté cómo había superado tantos años de silencio. Fue precisamente cuando fui a ver a Manina a su casa y platicando con ella le expuse todo mi silencio que tuve hacia ella, todo el rencor contra mi por haberme portado mal y esperando que me perdonara le pedí una disculpa especialmente por haberla ofendido una noche antes y con un beso y una flor quise agradecerle su sonrisa y el silencio con el que me libró de todo el lastre que cargué por todos estos años, me levante, le arreglé un poco el lugar y regué sus flores que aunque ya no las maltrataba con la pelota, estaban un poco descuidadas, tomé mis cosas y antes de retirarme le pedí a Don Manuelito que cuidara de ella como lo había hecho todo este tiempo; pronuncié una oración pidiendo por todos los arrepentidos que se van al cielo y por todos los que no lo habían hecho, sobre todo por los que seguíamos aquí y tenemos que llegar a los extremos a los que llegué en aquella tarde.
Mi aún estimada Horrible y Mugrosa me enseñó a no decir cosas que no se quieren decir, sólo por el hecho de no andar de humor a haber sido afectado por otras situaciones.
Una profunda tristeza me recorrió lo más profundo de mi ser aquel año al que todo mundo llamó un año difícil por ser de tantas muertes y de inestabilidad económica por el punto decimal a la izquierda. Ahora sentado en la orilla de mi cama en la recamara en la que hace no mucho dormía ella, no hago más que pensarla y recordarla con mucho amor. Recuerdo que por las noches nos gustaba dormir en el piso con ella y cuando ahora, alguno de mis amigos pasa la noche en mi casa y en mi cama, me gusta recordarla cuando llevo las cobijas al suelo…
Ponerse triste, lamentarse y llorar no sirve de nada, porque el hubiera de nada sirve, pero es igualmente irremediable negarse a sentir y extrañar. Susy en el panteón dijo a mi tía: ¡Felicidades, porque tu mamá ya está en el cielo! Y yo incrédulo, torpe y estupefacto ante aquella niña de ocho años no podía hacer más que llorar.
Ayer hace doce años que dije algo que no sé qué me motivo a hacerlo. Si supiéramos cómo serán las cosas después de que ofendemos a alguien, creo que siempre buscaríamos el momento para pedir una disculpa y demostrar lo mucho que queremos a los demás…
…"el primer día de la semana, muy de mañana, llegaron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado, pero encontraron que la piedra había sido retirada de la entrada y entraron sin encontrar el cuerpo. Se presentaron dos ángeles que les dijeron: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?.."
Un recuerdo a mi amadísima abuelita que junto con todos los seres queridos desde algún lugar cuidan de nosotros.
Una flor se seca, una lágrima se evapora, pero una oración la recoge Dios.