
La vida de cada persona es, o debería ser completamente diferente. El problema viene cuando entran en juego las cosas sobre las que uno no tiene control: el lugar donde nacemos, el ambiente que nos rodea, el momento histórico que nos toca vivir y las cosas implícitas en esa situación.
Tal vez se deba a los sistemas de alumbrado público que, por las noches hacen que todo se vea amarillo; posiblemente la culpa la tenga toda esa contaminación que nada deja ver, como el efecto ocasionado por el láser cuando se ejecutaba Clocks, y que poco a poco se encarga de estropear nuestros pulmones hasta lograr que alguien caiga muerto mientras camina tranquilamente por la acera. Quizá se lo debamos a aquel que tuvo la idea de utilizar exactamente la misma palabra para referirse a los luceros que cuelgan del cielo y a las celebridades que desfilan por los medios. No existe aún versión oficial del hecho, la cosa es que a las estrellas, esas que los enamorados prometen a su dulcinea, a cambio de su devoción exclusiva, y que también se utiliza para nombrar esa alegre canción cinco del Parachutes.
En un momento, un compositor aseguró que su grupo era más popular que Jesús, y para colmo, tiempo después, otro compatriota suyo declaró que el grupo que formó con su hermano era aún más popular que los dos juntos.
El ego es el principal enemigo de la sensibilidad, no solo sufriendo se puede crear música, la inspiración también se encuentra en los mejores momentos de la vida, sólo que es más fácil ser creativo cuando se sufre porque el ego ha sido destrozado.
La neblina se dispersa en el escenario así como en nuestro oído y encontramos que detrás de esa pseudo realidad, hay una voz que nos muestra el abismo…
… sordidez, belleza mística. Acordes que por su calidad se encuentran en un lugar privilegiado y difícil de catalogar, sólo puedo decir que Coldplay tiene simpleza en sus letras, brevedad en sus discos, y provocan la necesidad de los seres humanos de recordar con frecuencia la existencia de los sentimientos particulares de su especie, en que todos nos sentimos solos y en que desde hace miles de años, existen muchas personas que se enamoran como enfermas cuando alguien les habla de estrellas; de esas que los enamorados prometen a su dulcinea...
Siguen sus propias pautas y lo inesperado es lo común en este abismo de segregaciones alucinantes, algunas depresivas y otras señaladas por contrastes emotivos que finalmente caen en este cautivante lugar de un mundo sonoro.
El domingo 07 de septiembre de 2003, al igual que otras ocasiones cuya fecha exacta me resulta imposible ubicar, recordé que, de existir una sola palabra que correspondiese con absoluta fidelidad a cada una de las emociones humanas, el sentido de la caligrafía, la oratoria, la gramática, la ortografía, la lingüística, la repostería, la herrería, la alfarería, la cerámica, la agricultura, la sensualidad; la existencia entera se nos iría por el caño, porque entonces estaríamos completos.
Ese domingo 07, en el Palacio de los Deportes de la ciudad de México, se reunieron miles de espectadores, entre civiles ordinarios y celebridades del medio artístico y la cinematografía contemporánea, para escuchar, en punto de las 20:20, al cuarteto inglés autor de las obras Parachutes y A Rush of Blood to the Head. La presentación duró hora y media. Como ya es habitual en esta gira iniciaron su presentación con el tema que abre su segundo disco, y aquel momento fue el ideal para zurcir las notas y la voz con la melancolía, así como la euforia y el desgarre de la garganta al alucinarse en ese grito de “but give me love over, love over, love over this, and give me love over, love over, love over this” y su repetido zapateo y la conmovedora posición fetal que Martin adquiere al sentarse al piano; incluyeron algunas canciones de sencillos, como es el caso de See you soon.
Ejecutaron cada canción de manera sublime, coordinados, confiados, sonrientes, satisfechos, paseando Chris Martin por todo el escenario mientras los acompañaban 4 pantallas en blanco y negro y apoyados por un atinado juego de luces.
Aparecieron “Politik” y “Shiver”. Aparecieron “Trouble” y “The Scientist”. Aparecieron “Clocks”, “In My Place” y “Amsterdam” y la emotiva, eterna y sensacional “Everything´s not lost”. Aparecieron la sencillez y la globalifobia. Apareció el cantante solo con su guitarra para interpretar una canción de Blue Room y hacernos volar. Ejecutó “See you soon” y todos nos quedamos callados. Todos. Ely Guerra y Erick Rubin, los Tacubos y Aleks Syntek, los seres ordinarios y yo, que ese día (gracias a que no existe en castellano una palabra equivalente a esa avalancha sentimental que presencié el día de ayer sosteniendo en una mano el encendedor y en la otra un pañuelo desechable).
El día de ayer encontré el motor que le ha dado sentido al fin de semana más grande de mi vida; me he dedicado a buscar la combinación de palabras que sea capaz de describir correctamente ese sentimiento y no las he podido encontrar porque aún no logro asimilar todo lo que ocurrió ayer bajo la lluvia.
Gracias a coldplay, gracias a Amara y a su esposo por las llamadas y el enorme favor, gracias a Mariana por aceptar la invitación y por no poderla encontrar, gracias a Rodrigo por esa amistad incondicional de años que la veremos consumada en este mundo hasta que escribamos mutuamente nuestros epitafios, gracias a Victor, Héctor, Robert, Alex y a todos las demás personas que por alguna razón que debería ser importante, no menciono, a Erick por el soporte, a Norita a Italia (piolín) y a la princesa yaharana, a Ayari y Angie por aguantar la misma canción durante semanas y mi detestable humor, a la banda de jazz más grande, capaz de levantar el ánimo de una pobre alma en un viernes de lluvia en plaza Loreto, (muchas gracias Manolo, tus palabras las traigo muy presentes y puedes estar seguro que no hay que buscar demasiado para comprendernos espiritualmente), gracias al seminario por brindarme tardes de soledad en un campo acompañado del Mundo de Sofía y la autorreflexión, a Jesús de Urquiaga por su Colegio, a Jessica por estar siempre ahí y a la Mier y Pesado por la camaradería, al mejor grupo de Psicoanalítica del CIES (Giovanna, Gaby, Cynthia, Amara, Julio y al antes mencionado Alex) a Quintavo, Osciel y Lecs por su amistad y sus consejos, a Marina por hacer de una mirada un romance, a Yara por su sinceridad y amistad, a Karen por aguantar mi desesperación momentos antes del concierto, a Louis Armstrong por esa canción que hace la pareja perfecta con Don´t Panic, pero sobre todo gracias, muchas gracias a Radiohead por inspirar a bandas como esta y sobre todo esto, gracias a mi madre y familia por soportar mis berrinches, desplantes y todas las groserías que puedo llegar a hacer por salirme con la mía.
Tal vez se deba a los sistemas de alumbrado público que, por las noches hacen que todo se vea amarillo; posiblemente la culpa la tenga toda esa contaminación que nada deja ver, como el efecto ocasionado por el láser cuando se ejecutaba Clocks, y que poco a poco se encarga de estropear nuestros pulmones hasta lograr que alguien caiga muerto mientras camina tranquilamente por la acera. Quizá se lo debamos a aquel que tuvo la idea de utilizar exactamente la misma palabra para referirse a los luceros que cuelgan del cielo y a las celebridades que desfilan por los medios. No existe aún versión oficial del hecho, la cosa es que a las estrellas, esas que los enamorados prometen a su dulcinea, a cambio de su devoción exclusiva, y que también se utiliza para nombrar esa alegre canción cinco del Parachutes.
En un momento, un compositor aseguró que su grupo era más popular que Jesús, y para colmo, tiempo después, otro compatriota suyo declaró que el grupo que formó con su hermano era aún más popular que los dos juntos.
El ego es el principal enemigo de la sensibilidad, no solo sufriendo se puede crear música, la inspiración también se encuentra en los mejores momentos de la vida, sólo que es más fácil ser creativo cuando se sufre porque el ego ha sido destrozado.
La neblina se dispersa en el escenario así como en nuestro oído y encontramos que detrás de esa pseudo realidad, hay una voz que nos muestra el abismo…
… sordidez, belleza mística. Acordes que por su calidad se encuentran en un lugar privilegiado y difícil de catalogar, sólo puedo decir que Coldplay tiene simpleza en sus letras, brevedad en sus discos, y provocan la necesidad de los seres humanos de recordar con frecuencia la existencia de los sentimientos particulares de su especie, en que todos nos sentimos solos y en que desde hace miles de años, existen muchas personas que se enamoran como enfermas cuando alguien les habla de estrellas; de esas que los enamorados prometen a su dulcinea...
Siguen sus propias pautas y lo inesperado es lo común en este abismo de segregaciones alucinantes, algunas depresivas y otras señaladas por contrastes emotivos que finalmente caen en este cautivante lugar de un mundo sonoro.
El domingo 07 de septiembre de 2003, al igual que otras ocasiones cuya fecha exacta me resulta imposible ubicar, recordé que, de existir una sola palabra que correspondiese con absoluta fidelidad a cada una de las emociones humanas, el sentido de la caligrafía, la oratoria, la gramática, la ortografía, la lingüística, la repostería, la herrería, la alfarería, la cerámica, la agricultura, la sensualidad; la existencia entera se nos iría por el caño, porque entonces estaríamos completos.
Ese domingo 07, en el Palacio de los Deportes de la ciudad de México, se reunieron miles de espectadores, entre civiles ordinarios y celebridades del medio artístico y la cinematografía contemporánea, para escuchar, en punto de las 20:20, al cuarteto inglés autor de las obras Parachutes y A Rush of Blood to the Head. La presentación duró hora y media. Como ya es habitual en esta gira iniciaron su presentación con el tema que abre su segundo disco, y aquel momento fue el ideal para zurcir las notas y la voz con la melancolía, así como la euforia y el desgarre de la garganta al alucinarse en ese grito de “but give me love over, love over, love over this, and give me love over, love over, love over this” y su repetido zapateo y la conmovedora posición fetal que Martin adquiere al sentarse al piano; incluyeron algunas canciones de sencillos, como es el caso de See you soon.
Ejecutaron cada canción de manera sublime, coordinados, confiados, sonrientes, satisfechos, paseando Chris Martin por todo el escenario mientras los acompañaban 4 pantallas en blanco y negro y apoyados por un atinado juego de luces.
Aparecieron “Politik” y “Shiver”. Aparecieron “Trouble” y “The Scientist”. Aparecieron “Clocks”, “In My Place” y “Amsterdam” y la emotiva, eterna y sensacional “Everything´s not lost”. Aparecieron la sencillez y la globalifobia. Apareció el cantante solo con su guitarra para interpretar una canción de Blue Room y hacernos volar. Ejecutó “See you soon” y todos nos quedamos callados. Todos. Ely Guerra y Erick Rubin, los Tacubos y Aleks Syntek, los seres ordinarios y yo, que ese día (gracias a que no existe en castellano una palabra equivalente a esa avalancha sentimental que presencié el día de ayer sosteniendo en una mano el encendedor y en la otra un pañuelo desechable).
El día de ayer encontré el motor que le ha dado sentido al fin de semana más grande de mi vida; me he dedicado a buscar la combinación de palabras que sea capaz de describir correctamente ese sentimiento y no las he podido encontrar porque aún no logro asimilar todo lo que ocurrió ayer bajo la lluvia.
Gracias a coldplay, gracias a Amara y a su esposo por las llamadas y el enorme favor, gracias a Mariana por aceptar la invitación y por no poderla encontrar, gracias a Rodrigo por esa amistad incondicional de años que la veremos consumada en este mundo hasta que escribamos mutuamente nuestros epitafios, gracias a Victor, Héctor, Robert, Alex y a todos las demás personas que por alguna razón que debería ser importante, no menciono, a Erick por el soporte, a Norita a Italia (piolín) y a la princesa yaharana, a Ayari y Angie por aguantar la misma canción durante semanas y mi detestable humor, a la banda de jazz más grande, capaz de levantar el ánimo de una pobre alma en un viernes de lluvia en plaza Loreto, (muchas gracias Manolo, tus palabras las traigo muy presentes y puedes estar seguro que no hay que buscar demasiado para comprendernos espiritualmente), gracias al seminario por brindarme tardes de soledad en un campo acompañado del Mundo de Sofía y la autorreflexión, a Jesús de Urquiaga por su Colegio, a Jessica por estar siempre ahí y a la Mier y Pesado por la camaradería, al mejor grupo de Psicoanalítica del CIES (Giovanna, Gaby, Cynthia, Amara, Julio y al antes mencionado Alex) a Quintavo, Osciel y Lecs por su amistad y sus consejos, a Marina por hacer de una mirada un romance, a Yara por su sinceridad y amistad, a Karen por aguantar mi desesperación momentos antes del concierto, a Louis Armstrong por esa canción que hace la pareja perfecta con Don´t Panic, pero sobre todo gracias, muchas gracias a Radiohead por inspirar a bandas como esta y sobre todo esto, gracias a mi madre y familia por soportar mis berrinches, desplantes y todas las groserías que puedo llegar a hacer por salirme con la mía.
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